Capítulo 3: Martín

[Lola]

Me veo frente al espejo y me acomodo el vestido negro que siempre utilizo para todas las citas porque siento que realza lo que tiene que realzar. He llegado a pensar que este vestido puede ser un tipo jinx y que por eso tengo tan mala suerte en el amor, pero no veo porqué, en mi última cita fue todo un éxito y me dijeron que me veía para morirse…

—¡Mierda! — digo frente al espejo al acordarme que mi última cita fue con “Meh” — con ese comentario debí de haberme dado cuenta — murmuro. 

Me volteo para ver mi maleta y busco entre la ropa otro vestido que pueda usar hoy. La vacío sobre la cama y comienzo a buscar con una actitud de pocos amigos algo que ponerme. 

No sé que me molesta más, que mi madre me haya conseguido una cita en 2 días o que “Meh” esté disfrutando unas vacaciones en Ibiza mientras yo lloro como idiota en mi habitación. 

—¡Ambas dos! Me me molestan ¡ambas dos! — digo en voz alta y luego me siento sobre la cama. 

Me estiro a la mesita de noche y tomo el papel que mi madre me dio para mi cita a ciegas y leo ” Restaurante Puyol, 8:30 pm, Martín.”

—Pffff, Martín… ¿qué clase de nombres es Martín? — comento en tono amargado y luego al escucharme yo solo me asusto —O.K, Lola, haremos esto, porque tú lo ideaste, tu lo pediste… y pues no va a funcionar. Es más, puedes llegar con esta actitud de…” no va a funcionar solo disfruta una buena cena” y ya… — digo frente al espejo. 

Volteo a mi maleta y veo un vestido de color rojo y lo tomo. Éste lo había comprado para alguna noche “especial” ya saben, pedida de matrimonio y eso pero bueno, las noches especiales se han terminado para mi, así que lo usaré antes de que me llegue la depresión y me vuelque a un tarro de Nutella mientras veo Realmente Amor en la televisión o la que nunca me falla El diario de Bridget Jones que prácticamente es mi vida, soltera y con mala suerte. 

Amarro mi cabello en un cola de caballo alta, me maquillo ligeramente y después de revisar mi conjunto de la noche, tomo mi bolsa y vuelvo a leer el papel — Restaurante Puyol, 8:30 pm, Martín mesa… — memorizo cuando de pronto mi madre entra por la puerta. 

—¡Te ves hermosa! Siento que todos tus chakras están alineados y tu aura da buena vibra — dice feliz. 

—Basta madre, no habrá chakras alineados esta noche — le aseguro y salgo de mi habitación. 

—Vamos Lola, te va a gustar, Martinsito es muy buen hombre, educado, heterosexual…muy heterosexual — remarca la última palabra — Te preguntarás ¿no? ¿Cómo es que mi madre sabe que lo es? Pues fíjate que Miguelina… ¿te acuerdas? Mi amiga… ella dijo que un día se lo co…

—Ma, má, gracias… confío en todo lo que me digas sobre Martín. No necesito detalles del como o qué ¿si? Ahora si me disculpas iré a mi cita impuesta por mis padres.—

—No, no, no… tú lo pediste, tú lo obtienes… disfrútala— y me da un beso sobre la frente. 

—Nos vemos ma….— salgo de la casa. 

—¡Y si regresas acompañada en la noche no te preocupes tu padre y yo tenemos el sueño muy pesado! ¡Muy pesado! Y hay preservativos en el jarrón del pasillo….— entonces cierro la puerta porque es demasiado vergonzoso que mi madre no tenga reparo en hablar de sexo tan abiertamente. 

Tomo mi auto y me dirijo hacia el centro para ir a mi tan ansiada cita. Mientras manejo me voy acordando de todo lo que no busco en esta cita, que prácticamente es… que no sea un éxito, porque las citas que tienen éxito a la primera son las que acaban en una Lola Santiago llorando frente al televisión esperando por su Mr. Darcy y luego organizando una boda al siguiente día donde se prometen amor eterno. 

Llego al restaurante y antes de bajar suspiro — muy bien Lola, son tus padres ¿qué tan mal te pueden escoger una cita? Digo, se supone que tiene que ser un 10 perfecto para ellos, así que no puedes esperar nada malo… ¿o sí?

Bajo y entro al restaurante doy un vistazo con la mirada para ver si lo conozco o lo identifico primero pero no hay nadie conocido que me llame la atención. Le pregunto a la hostess y le doy el nombre de Martín. 

—¡Claro! La está esperando de este lado — y me pide que la siga. 

Camino detrás de ella siguiéndola sin prestar atención a nada hasta que voltea y me dice — Es el joven que está allá, de traje negro — y me señala a la persona. 

—Gracias — le digo y camino hacia la mesa acercándome lentamente para verlo mejor antes de que él me vea. 

Lo observo y debo admitir que no es nada feo. Un chico de cabello negro, piel un poco bronceada, bastante pulcro y bien parecido me espera viendo la carta sin prestar atención a su alrededor. Me acerco con cuidado y cuando siente mi presencia levanta la vista y me observa con unos ojos azules muy bonitos y que podrían quitarle el sueño a cualquiera. 

—¿Martín? — le pregunto y él sonríe, se pone de pie y mueve la silla para que yo me siente. 

—Gracias — murmuro. 

—De nada…— responde alegre y luego se sienta frente a mi sonriente y me observa. 

—¿Qué? ¿Tengo algo en el el rostro? — comento. 

—No, no, claro que no, pero eres muy diferente en vivo que en foto… diferente bien, no me lo tomes a mal.— 

—No, está bien… no sabía que tenías una foto — le digo. 

«¿Por qué no me dieron mis padres a mi una foto?» me pregunto mientras él me observa. 

—¿Algo que comentar sobre mi? — me insiste. 

—Mmmmm… eres un hombre — le digo y él alza la ceja.

—Hasta donde yo sé, sí… — y se ríe. 

—Lo siento, estoy distraída — me disculpo y él me sirve un poco de vino.

—¿Tu nombres es? … — inicia la conversación, esa que todos hacen, te conocen, los conoces y cuando menos te das cuenta, estás cayendo directo en el barranco de la decepción y los corazones rotos. 

—Lola Santiago — digo extrañada. 

—Lo siento, tengo tu foto pero no tu nombre…

—Y yo tu nombre pero no tu foto — respondo 

Ambos nos reímos como si eso fuera una broma, tal vez es un plan estratégico de nuestros padres para que tengamos algo de que hablar. La mesera se acerca y él pide una botella de vino, uno bastante caro que creo está haciéndolo para impresionarme. 

— ¿Te gusta el vino? — pregunta. 

—Sí, gracias — y me sirve un poco. 

Me quedo en silencio y él me ve con sus hermosos ojos azules mientras sigue sonriendo — Y…— vuelve a empezar. 

Suspiro — mira, Martín, sé que esta cita debe pasar, porque en verdad está destinada a pasar, pero… ¿qué te parece si sólo comemos y conversamos sobre el clima y luego nos vamos? — le digo segura y él se sirve vino.

—O.K— contesta con rostro extrañado. 

—Sí, porque sabemos que posiblemente esto nunca vaya a funcionar y ¿para qué molestarnos? ¿No? — sigo. 

—¿Supongo? — me pregunta y luego bebe un sorbo de vino —¿entonces no habrá así como ya sabes? ¿Oye qué haces para vivir?, bueno soy pastelero ¡Ah! Haces pasteles— e imita mi voz mientras hace esa conversación. 

—¿Haces pasteles? — pregunto y de pronto lanzo una carcajada que provoca que todos los otros comensales volteen a verme — ¿Haces pasteles? ¿Eres pastelero? — y sigo riéndome con él observándome — Oh por Dios, pudiste haber sido doctor o un arquitecto, pero ¿pastelero? — y vuelvo a reírme.

—¿Tienes algo en contra de los pasteleros? — pregunta. 

—No, no, no, claro que no — digo tratando de tranquilizarme. 

—¿Entonces? ¿Por qué la risa? — y de pronto el semblante de Martín cambia y no es para bien. Él se pone de pie — sabía que esta era una idea terriblemente estúpida, pero dije ¿por qué no? Parece bonita — murmura. 

Saca la cartera de la bolsa y deja un billete sobre la mesa —¿Qué pasa? ¿Ya te vas? — pregunto. 

—Sí, no fue muy buena idea esto de la cita y parece que tú tampoco quieres así que ¿para qué presionar? ¿Para qué insistir? Fue lindo conocerte Lola — y sale del restaurante dejándome sentada. 

—Wow, si que ahora te superaste en amargura Lola — me digo y me pongo de pie —¡Oye! Espera — le grito. Camino detrás de él lo más rápido que puedo pero no lo alcanzo —¡Oye! ¡Perdona! — le grito y acelero el paso al salir del restaurante ya que él va más adelante —¡hey! — alcanzo a gritar cuando una de las puntas de mi tacón se atora en una de las orillas de la acera y caigo sin poner las manos sobre el cemento —¡Ey..! — logro gritar para después solo ver borroso, y que la cabeza me dé vueltas. La imagen comienza a esclarecerse y cuando enfoco lo veo a él y a sus hermosos ojos azules. 

—¿Todo bien ? — me pregunta. 

— ¿Regresaste? — pregunto con un sabor a sangre en la boca. 

—Sí, soy todo un caballero, pastelero, pero caballero — me dice y admito que eso me hace sonreír —¿lista para ponerte de pie? ¿Crees que puedas hacerlo? — y yo comienzo a levantarme despacio. 

—¿Qué me pasó?

—Corriste detrás de mi y cuando voltee sólo te vi volar por los aires y caer contra el cemento, creo que te abriste un poco el labio, pero vas a sobrevivir… — y me sonríe. 

—¡Cierto! — murmuro. 

—Bueno, entonces si todo está bien, supongo que este es el final de la cita… un gusto en conocerte Lola Santiago — y me da la mano, la tomo y ambos nos despedimos. 

Martín comienza a caminar hacia el otro lado dejándome en medio de la acera. Nunca en mi vida me habían dejado así, siempre había sido al revés y ahora veo que se siente completamente terrible. 

«Ni siquiera tuviste la decencia de conocerlo bien » me regaño. 

—¡Oye! — vuelvo a gritar y él voltea y me ve 

Cojeo hacia él y Martín me sonríe — ¿Por qué me sonríes? — pregunto. 

—¿No puedo sonreír? ¿Debo estar siempre triste? — y hace la mueca de tristeza. 

—No, pero, acabo de burlarme de ti en el restaurante, arruiné la cita sin ni siquiera tener una cita y ¿por qué sonríes? ¿Estás en drogas?

—Wow, dos en una noche… Eres buenísima en esto. Sabes, hoy haz llegado a mi número uno de mi top de citas horribles que no quiero volver a repetir.

—¿En serio? ¿Y cuántos números hay? — le pregunto 

—Estás en el uno, la inicié contigo… pero no te apures, seguro y alguien te desbanca.

—¿Es en serio? — vuelvo a preguntar. 

«Tocase fondo Lola, tocaste fondo» me regaño. 

—¿Ahora si me puedo ir? — pregunta y yo asiento con la cabeza. 

—Que te vaya bien en la vida Lola Santiago — me dice con esa sonrisa que siento me jalan los pelos del coraje. 

—Gracias — contesto y de pronto me siento peor de como llegué. 

Cojeo de nuevo hasta mi auto y cuando me subo lo veo caminar a la acera contraria. Arranco el carro y lo alcanzo para ponerme a un lado —¡Oye! — le grito de nuevo y él voltea —al menos déjame darte un aventón a donde vayas — le propongo y paro al ver que él se acerca, se asoma por la ventanilla y me sonríe. 

—No re preocupes, mi bicicleta está allá — y me enseña una bicicleta amarrada a un poste cerca de un local. 

—¿Quién usa bicicleta estos días? — pregunto y él levanta la ceja —No, no, no, perdón lo siento, lo siento, es muy respetable el hecho de que manejes bicicleta.

—Mira, Lola, no sé qué te pase, pero en verdad ¿me dejas ir? Estas actuando como si fuera tu última oportunidad en la vida o algo así… sólo fue una mala cita, eres guapa, seguro conseguirás más… ahora si me disculpas, me tengo que ir — y se aleja. 

Me sorprendo, incluso después de lo que hice, que aún no sé porqué, y de haberle insultado en cierta forma y ni siquiera dejarlo continuar con la cita, él se mantiene educado. Es todo un caballero. 

—O.K — murmuro — entonces… ahora si adiós.

—Adiós— concluye y camina hacia la bicicleta y yo arranco el auto. 

Cuando ya estoy lejos del lugar paro el carro al lado de la calle y de pronto me recargo en el sillón. Dejé sacar toda mi amargura con una persona que no tenía nada que ver, alguien que en verdad se veía lindo y era básicamente un caballero. 

—Te gusta arruinar las cosas ¿no Lola? — me regaño mientras recargo el cabeza sobre el volante. 

Puedo sentir como las lágrimas comienzan a acumularse en los ojos en nudo en la garganta que traigo desde hace días se desenreda dejando salir todo lo que ya no puedo evitar. 

“Meh” me rompió el corazón, me hizo creer una cosa y luego resultó que era una persona totalmente diferente y ahora anda con su “amigo especial” en Ibiza y yo sola en al auto con un labio abierto, el tobillo inflamado y arruiné posiblemente la única cita que podría tener en meses, si no en años. 

—Odio mi vida — murmuro mientras me suelto a llorar recargada en ese volante — estoy cansada de querer a los que no me quieren. Yo solo quiero al señor Miau conmigo — y sólo de acordarme del gato… vuelvo a llorar. 

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