Capítulo 5: Las casas del zodiaco

[Lola]

—Hija, siento que esta noche las 12 casas del zodiaco están alineadas para que tu cita salga bien con Martín, y con ese conjunto que te has puesto, los chakras de él quedarán completamente desaliñados. 

Me veo frente al espejo mientras mi madre me dice los mismos consejos de siempre con respecto a la fortuna y al amor. 

—Dijiste que las casas del zodiaco estaban alineadas cuando salí con “Meh” — le comento y ella sonríe. 

—Lo siento mija Géminis es muy cambiante… Seguro se desalineó cuando estabas en la cita .

Amo a mi madre, de verdad la amo, pero toda la vida sus consejos han sido regidos por lo que los signos zodiacales, los cristales o las cartas del tarot le dicen sobre mí. Recuerdo una vez de chica que me tiro las cartas para decidir si hacía un viaje escolar o no, la respuesta fue que no debía ir, aunque este valía como calificación. 

Tomo mi bolsa y respiro — O.K. Lola, debes hacerlo bien, sin arruinarlo, lo tienes todo estrictamente planeado…— y tomo de la mesita de noche la pequeña carpeta que uso de agenda y para tomar notas y la meto en mi bolsa. 

Salgo de mi casa acompañada del mismo grito que mi madre me dio la vez pasada. Ahora todos los vecinos saben que tenemos preservativos en el jarrón del pasillo y que ellos tienen el sueño muy pesado. Me preocupa más lo del sueño que lo primero, por motivos de seguridad y de que alguien no confiable haya escuchado eso y se mete a robar… en fin. 

Me subo al auto arranco de inmediato y en minutos me encuentro en el centro de la ciudad estacionando el auto justo en frente del bar “El Centro” uno de los más famosos y que solo he venido como dos veces por distintas razones a los de una cita con un chico. 

Me arreglo el cabello para que quede perfecto, me vuelvo a pintar los labios y bajo un poco nerviosa. Martín me pone nerviosa y mucho, aún no entiendo por qué. He estado frente a celebridades organizando sus bodas y con él, soy yo otra que no reconozco y eso me asusta. 

Antes de entrar al bar suena mi teléfono y al ver el nombre en la pantalla alzo la ceja. 

—Dime Gigi — contesto sin emoción. 

—¿Ya estás con el sabroso? — me dice pícaro. 

—Estoy en la puerta del bar.

—¡Uy! Me encanta… ¿Crees que te pueda hacer un pedido esta noche?

—Gigi, basta… solamente es una cita, tal vez después de esto ya no pase nada — contesto mientras entro al Bar y lo busco con la mirada. 

—Ese hombre muere por ti, no te lo ha dicho, pero mi radar revienta de testosterona al verlo.

Martín alza la mano al verme y yo hago lo mismo — me tengo que ir, ya está aquí.

—¡Quiero detalles Lola Santiago! ¡D-E-T-A-L…! — le corto la llamada y camino hacia donde está Martín. Antes de llegar suena de nuevo mi celular y aparece en la pantalla. 

GIGI 

¡DETALLES! 

Me acerco a Martín y él se pone de pie al verme. Me sonríe e inmediatamente me pongo muy nerviosa, así que todo lo que había “logrado calmar” antes perdió sentido por completo. Él me da un girasol y yo sonrío. 

—Gracias — contesto apenada. 

—De nada, no sabía cuál era tu flor favorita, así que te traje mi flor favorita — y sonríe.

—Me gustan los girasoles — contesto y él me mueve la silla para que yo me siente . Él hace lo mismo y cuando estamos frente a frente me sonríe. 

—Un bar karaoke, debo admitir que me sorprendiste Lola, no te ves como alguien que cante karaoke.

—Bueno, cada quien tiene sus guilty pleasures.

—Ya veo. 

Ambos nos quedamos en silencio escuchando la música de fondo y las conversaciones de las personas que hay alrededor. No me gustan los silencios, son incómodos, así que inmediatamente saco mi pequeña carpeta y tomo las tarjetas que hice por la tarde antes de venir. 

—¿Qué es esto? — pregunta él sonriente. 

—Son, son preguntas que podemos hacernos o temas de conversación, ya sabes… para evitar malos entendidos y silencios incómodos.

Martín toma una de las tarjetas y se ríe — ¿Qué piensas sobre nuestro actual gobierno? — me pregunta extrañado. 

—Es por si quieres hablar de política — contesto. 

—Esta está interesante, ¿qué tan grande lo…? — y le quito la tarjeta. 

—Esa no la escribí yo — digo apenada. 

«Estúpido Gigi » me digo a mí misma mientras él se ríe. 

—No sé si sea la cita indicada para contestar esa pregunta — me dice él relajado — hay cosas que mejor se ven, ya sabes para que no haya dudas.

De pronto me dan unas ganas de reírme, unas que hacen que lo haga a carcajadas y así todos mis nervios salen. 

—Lo siento, lo siento… yo.

—Oye, tranquila, es una cita no una entrevista de trabajo.

Martín toma las tarjetas y las apila todas para meterlas de nuevo a la carpeta. Luego la cierra y me la da — ¿hay algo que no te guste controlar? — me pregunta. 

—¿Cómo?

—Sí, siempre estás en control de todo, sirve para las bodas, pero no para “esto”.

Vuelvo a quedar en silencio y ya no sé si esto va bien o va mal. Martín toma un sorbo de cerveza y me observa — ¿Cuál es tu color favorito? — me dice. 

—¿Disculpa? — pregunto distraída. 

—Tu color favorito…

—Bueno, yo… ¿Negro? — respondo. 

—¿Me preguntas? — me contesta él y se ríe. 

¡Odio! Odio que Martín me ponga tan nerviosa, me gusta tener el control, me gusta tener control de lo que siento, hago y digo y él de pronto viene como un balde de agua fría y hace que pierda toda compostura y me haga ver como una idiota. 

—No tengo color favorito — contesto. 

—¡Ah! El mío es el azul, el marino, el azul cielo no me queda muy bien, pero no le digo que no a una camisa de ese color — me dice. 

—¿Qué es todo esto? — pregunto sin saber nada. 

—Las primeras citas son así, las preguntas básicas, no las que tú traías en tus tarjetas. Lola, estoy aquí porque hay algo en ti que me agrada, no necesitas estas tarjetas para hacerte la “interesante”, ya lo eres, ya me interesas.

—¿En serio? — pregunto tímida. 

—¿Te cuesta creerlo?.

—Bueno, es que… mis relaciones no han sido del todo… constantes, así que me es difícil pensar que una persona esté interesada en mi desde el primer momento.

—¡Ah! Vienes de una relación trágica… ¿quieres contarme?— me pregunta. 

—No lo sé… ¿debería? No estaba en las conversaciones de la primera cita.

Martín se pone de pie y de pronto mi corazón late agitado «Bien Lola, ni siquiera tratando de alejarlo, lo alejas ¡aplausos! » 

Tomo mi bolsa y me pongo de pie y él me ve extrañado — ¿Qué haces? — me pregunta. 

—Bueno yo… ya me voy … porque no quiero que me dejes sentada sola en el bar — contesto y él se ríe con esa hermosa sonrisa que me hace sonrojar. 

—No me voy a ir… me di cuenta de que no tienes nada de beber e iba a la barra por una cerveza, ¿crees que pueda?

Me vuelvo a sentar sobre la silla, pongo la bolsa al lado y él me cierra unos ojos — traeré una promoción, ¿te parece? Porque veo que necesitas muuuuchas cervezas para relajarte — y se da la vuelta y se aleja. 

«¡Mierda! En verdad Lola eres pésima para esto, ahora entiendo todo» pienso mientras veo que él pide en la barra.

Hoy Martín viene con un pantalón de mezclilla negro y una playera negra lisa que lo hace ver más alto. Trae el cabello peinado, pero despeinado a la vez y me he percatado que se le hacen rizos en la parte donde lo tiene más largo. No está mal, nada mal, pero si no le digo nada de su físico no es porque no me importe, sino porque hay algo más que me gusta de él. 

Él voltea y señala la mesa y el chico de la barra asiente y luego se aleja. Él regresa con dos botellas de cerveza y me pone una al frente — gracias — respondo. 

—De nada… ahora sí… cuéntame de tu relación trágica.

—Es qué… — digo temerosa. 

—Oye, haz de cuenta que esta no es una cita, solo somos dos conocidos que se juntaron a tomar una cerveza en un bar karaoke.

Suspiro, la verdad es que volver a recordar lo de “Meh” no es de mi agrado, pero si eso hace que esta cita no se arruine, lo haré, tal vez me sirva de catarsis. 

—Bueno, salí con un chico llamado…

—No me interesa — dice él tranquilo. 

—Bueno, yo le digo “Meh” para no decir si nombre. Él y yo nos conocimos en una boda, fue como ya sabes amor a primera vista y luego de citas salimos por un año… él es como influencia de Instagram y hace unas semanas sacó un comunicado diciendo que el amor de su vida era su asistente.

—Auch — dice Martín — trágico, ahora entiendo todo lo que pasó días atrás.

—Así es, ni siquiera me lo dijo de frente, primero lo dijo en sus redes sociales y cuando yo me enteré estaba justo con una clienta, así que cuando llegué mis maletas ya estaban en la puerta, y ahora… aquí estoy.

—Eso es trágico, muy mal — dice Martín — entiendo, das tu corazón a una persona y luego te das cuenta de que esta persona no te lo dio por completo y recibiste solamente las migajas.

—¡Eso precisamente! — digo para después tomarme un sorbo de cerveza —Esa es mi historia, ¿cuál es la tuya? — le pregunto. 

—Nah, lo mío es nada comparado con lo tuyo.

—Vamos, yo te conté, no quiero ser la única que cuenta de lo pésimo que le va.

—¿Prometes no reírte? — me dice y yo asiento —¿segura?

—Sí, sí, lo prometo.

Martín toma un sorbo de cerveza y luego se acerca a mí — nunca se lo he contado a nadie, incluso creo que tú serás la primera en saberlo Lola Santiago —me acerco un poco más para escucharle — soy viudo — me dice y yo estoy a punto de reírme porque pienso que es una broma, pero al ver sus hermosos ojos azules me doy cuenta de que es verdad. 

—¿Viudo? — pregunto. 

—Así es, soy viudo, tengo prácticamente como tres años que enviudé — y vuelve a tomar. 

La música del bar desaparece por completo y de pronto toda mi atención se enfoca en él, ¿por qué mi madre me habrá escogido a alguien así? No lo entiendo. 

—Me casé a los 20 años con mi novia de la preparatoria, estaba embarazada y de pronto lo perdió. Tiempo después nos enteramos de que tenía cáncer de colón y por años luchamos para que lo venciera, no lo hizo, murió cuando yo tenía 25 años y aquí estoy— sonríe. 

De pronto toda mi tragedia parece mínima comparada con la de Martín. Me siento ridícula arrastrando una cosa como la que me pasó con “Meh” cuando él prácticamente perdió a la mujer de sus sueños. 

—Lo siento mucho — murmuro. 

—Gracias, por años no salí hasta que llegué a ti.

—¡Mierda! ¿Fui tu primera cita en años? — pregunto preocupada y él asiente — lo siento, yo…

—No pasa nada, simplemente no fue la cita adecuada, pero esta sí, yo solamente le quitaría las tarjetas de entrevista y todo está genial.—

El mesero llega con la promoción de cervezas y con un plato de patatas fritas — ¿Cómo le hiciste? — pregunto. 

—Fui a la barra y las pedí — me dice divertido. 

—No, como le hiciste para reponerte tan rápido. Eso que pasaste a mí, me hubiera devastado.

—Aún no me repongo Lola, y nunca lo haré, pero todo depende de como tomes las tragedias de tu vida. Puedes desquitarte con el chico guapo de tu cita a ciegas y burlarte porque es pastelero o demostrarle a Meh que no eres tapadera de nadie y que continúas con tu vida feliz — y come una papa. 

Sonrío ¿cómo es que una persona que me ha visto dos veces me pueda dar una lección de inmediato? ¿Cómo no sentirme fatal después de lo que le hice? Era su primera cita después de años y yo no fui lo que él esperaba. 

—Mi color favorito es amarillo— le respondo — amarilla mostaza, no canario — aclaro. 

—El azul combina con el amarillo — responde positivo — eso es bueno, ¿no crees?

—Muy bueno.

Entonces lo veo a los ojos y sonrío. Martín está completamente fuera de mi molde de chicos para tener citas, pero me gusta, y me gusta mucho y tal vez, solo por esta vez, rompa el molde que tengo para darle una oportunidad si es que Martín está dispuesto a darme otra. 

La velada continua amigable, él me platica un poco sobre lo que hace y yo sobre lo que hago. Nada profundo ya, supongo que eso vendrá después. Solamente dos personas conociéndose y dándose cuenta de que tenemos mucho en común, tanto en común que me hace pensar que posiblemente leyó mi instagram o algo así. 

Finalmente, salimos del bar un poco tarde, con unas cervezas de más, pero riéndonos, como debimos haber salido la primera vez que nos reunimos. Él se pone la chamarra negra de cuero y me ayuda a ponerme el blaiser negro que combina con todo mi conjunto. Me mira y me hace sonreír. 

—¿Estás seguro de que puedes manejar tu bicicleta con unas copas de más? — le digo — ¿no quieres que te lleve a tu casa?

—¿Es tu truco para que te invite a pasar a mi habitación?

Cambió mi rostro y lo tenso —no, no, solo es una cortesía, no es mi intención que… — y pone su dedo sobre mis labios para callarme. 

—Relájate Lola, es broma… estoy bien, gracias.

Sonrío de nuevo, o más bien, creo que esta no se me ha quitado desde que entre al bar. Él se acerca y me da un beso en la mejilla — eres la chica más… estresada que conozco en la vida — y yo me río. 

—Lo siento… lo siento… gracias por darme otra oportunidad de demostrarte que no soy grosera— contesto — él me observa con esa mirada que me hace perder el sentido — Y pues… nos vemos

—Hasta luego — responde. 

Me doy la vuelta para irme hasta mi auto y mientras camino siento su mirada sobre mi espalda «Eres pésima Lola, ¿qué estás haciendo?» pienso y luego me volteo para verle de pie sobre la acera con los brazos cruzados encima del pecho. 

Me muerdo el labio y él alza la ceja — estaba pensando — digo bajito — si no es muy, muy, muy atrevido de mi parte si…

—Tienes mi número de celular y mi tarjeta de donde trabajo… solo falta el hueco en tu agenda — responde con esa voz tan sensual que tiene. 

—Bien… muy bien, perfecto, excelente — respondo nerviosa mientras huelo el girasol que me dio y él sonríe — bien… yo, yo te llamo.

—Esperaré tu llamada — responde. 

Comienzo a alejarme de nuevo mientras lo veo — prometo que la próxima vez no habrá tarjetas — le aseguro. 

—Lo sé.

—Ni tragedias — continuo. 

—Ya sé — y sonríe. 

—Hasta luego… Martín. 

—Con cuidado Lola — me respondo y yo me volteo para seguir caminando hacia mi carro. 

Me subo y mientras estoy adentro comienzo a reírme emocionada porque todo salió bien y comienzo a bailar feliz — ¡Sí! — digo. 

De pronto la ventanilla suena y volteo para verlo de nuevo afuera, la bajo tratando de tomar la compostura — olvidaste la hamburguesa — me dice. 

—Cierto, cierto… gracias — digo. 

—Ahora si, hasta luego Lola.

—Hasta luego — respondo tratando de no sonreír. 

«Nota mental Lola. Espera a estar lejos del lugar de la cita para hacer eso» y enciendo el auto para dirigirme feliz a mi casa. Parece que esta vez mi madre tenía razón, las casas del zodiaco se alinearon para bien en esta cita. 

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