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Silencio, un sepulcral silencio habitaba en aquella casa, como si nadie estuviera ahí, como sí hubiese sido abandonada en el último instante y las luces y sonidos se hubieran ido con ellos.
―Ve hacia allá― habló Ioan en lenguaje de señas como lo hacía desde hace unos años atrás.
―Es peligroso― respondió el soldado novato que iba con él.
―¡Ve!, es una orden― señaló de nuevo Ioan y el soldado dio un suspiró y avanzó dos a tres pasos de puntillas.
Sintió como Ioan le tocaba el hombro y él volteó a verle al rostro cubierto por ese pasamontañas donde sólo se le veían los ojos.
―Pasos firmes, no puntillas― habló Ioan con las manos y él asintió― mirada al frente, arma en posición, ¡ve!, ¡ve!
El soldado asintió y tomando valor comenzó a caminar por la vacía habitación mientras se acostumbraba al ambiente. Apenas unas semanas atrás había llegado a La Resistencia y se sentía nervioso e inseguro, pero esto era mejor que luchar solo y morir de hambre.
Dos figuras más pasaron adelante de él, una le rozó el hombro y él se detuvo cuando vio al que llamaban Serpiente y al que le tenían mucho respeto. Ioan volvió a ponerle la manos sobre el hombro para que se hiciera un lado.
―Nivel de arriba dos personas, segundo nivel está el objetivo― vio cómo le decía a Ioan usando ese lenguaje de manos que era obligatorio aprender.
La Resistencia se movía en la obscuridad, en las sombras, debajo de la tierra, hablar les era imposible, todo era con las manos, los gestos y cuando no se podía más los sonidos leves, como silbidos o o chasquidos de dedos. Se les entrenaba a los soldados a no gritar de dolor si eran heridos en las sombras, a simplemente abrazarlo y tomar esa píldora que tenían todos para no sentir, después tenían que apañárselas para salir de ahí y morir al menos lejos del escondite o llegar a las Rocosas.
El soldado escuchó un chasquido en su oído que lo hizo reaccionar― ¡Atento!― le indicó Ioan y él asintió.
―General― llamó la atención uno de los hombres e Ioan se acercó a él para que pudiese murmurarle al oído― Ioan, ¿seguro que son sólo dos hombres?― habló Serpiente su mano derecha.
Ioan volteó a ver a sus soldados y luego respondió ― eso dijo el informante.
―No creo, siento que estamos en una trampa― murmuró Serpiente.
―Anda― habló Ioan haciendo un movimiento con la cabeza para que avanzara y destapara la verdad.
Él volteó y en señas les indico que se separan dos de cada lado de la habitación ― Cuenten sus balas y no las desperdicien.
―Si General― respondieron del mismo modo.
Ioan fue subiendo paso a paso las escaleras del sótano que lo llevarían a al nivel de arriba donde treinta soldados cuidaban a su objetivo. Con los pies ligeros como los de una bailarina pero firmes como el de un soldado, subió apuntando el arma hacia el frente y con el corazón latiendo fuertemente. Cada misión los llevaba más cerca del arma pero también los ponía en peligro.
De la nada se escuchó como si los cuerpos hubiesen caído al suelo y todos pararon asustados; alguien se les había adelantado pero no sabían quién. Ioan levantó el brazo con el puño cerrado indicándoles que se detuvieran.
―Serpiente ― hizo su seña y él sin dudarlo subió adelante de él y con esa gran habilidad que poseía abrió la puerta del sótano dejando ver un poco de luz que hizo que los demás cerraran los ojos.
Serpiente abrió la puerta un poco más para poder ver por la ranura la situación y se encontró con tres los soldados tirados sobre el suelo. Volteó a ver a Ioan y con la mirada le indicó qué entrara. Él asintió con la cabeza y como siempre confió su vida a lo que su amigo le aseguraba como lo habían hecho en todas las misiones.
Ioan dio un paso hacia delante y entró a la iluminada habitación donde vio la escena, volteó a ver a Serpiente y con las manos le preguntó ― Los tres están muertos, ¿así de fácil?
―No sé― respondió Serpiente que yacía a su lado viendo lo mismo que él.
Ioan dio la indicación de que subieran al nivel y los soldados lo hicieron con cautela.
―¡Alertas! ― les advirtió y les señalo a qué lado se tenían que ir.
Ioan, caminó en medio de la habitación para dirigirse a la pequeña mesa donde se veía el un pollo a medio comer, unos naipes y las copas de vino tiradas sobre la mesa. El soldado novato lo siguió y tomo una de las copas que aún contenía vino y sonrió, tenía meses que no lo probaba y era su oportunidad.
El general tomó una copa vacía y la olió, pero no había otro aroma que no fuera del vino. Después, subió la copa hacia la luz para ver en ella el reflejo de esa pequeña capa que dejaba la belladona. Al voltear vio al soldado novato tomar un sorbo y de un manotazo le quitó la copa haciéndola caer al suelo.
―¡Escúpela!― le dijo con las manos y él lo hizo de inmediato.
―¿Por qué?― habló el soldado novato.
―¡Silencio!― hizo Ioan con las manos cuando de pronto escuchó cómo se cargaban unas armas.
¡La resistencia está aquí!
Gritó alguien desde una de las habitaciones aledañas y enseguida más soldados salieron de sus escondites para comenzar a atacarlos, era una trampa.
―¡Fuego!― gritó Ioan y los otros cuatro soldados comenzaron a disparar para defenderse.
El intercambio de disparos comenzó entre los dos mandos, y cómo siempre los soldados de La Oposición dieron la alerta.
―¡Viene por él!, ¡vienen por él!― gritó uno a todo pulmón alertando por el radio.
De pronto un golpe lo calló de inmediato haciendo que cayera sobre el suelo inconsciente. Ioan volteó a verlo y se percató de la razón de la muerte de los tres soldados.
―¡Qué haces aquí! ― le dijo a señas.
―¡Salvando tu trasero!― le respondió y luego sacó un arma y le disparó entre los ojos a dos soldados que estaban distraídos― ¡está arriba!, segunda habitación a la derecha.
Ioan subió las escaleras a toda prisa seguido de su complice mientras Serpiente se encargaba del resto. Cuando estaban lejos del sonido de las armas, Ioan se quitó el pasa montañas y luego le quitó el suyo a su acompañante.
―¡Qué haces aquí Patria! ― Murmuró― ya sabes que no me gusta irme sin asegurarme que estás a salvo.
―¿Esa es tu forma de decir gracias?
―Es mi forma de decirte que no me gusta que salgamos ambos las misiones.
―Vine porque el plan iba a salir mal.
―¿Qué quieres decir? ― murmuró Ioan viéndola a los ojos.
Patria abrió la puerta de una de las habitaciones e Ioan se percató que veinte soldados más se encontraban tirados sobre el suelo e inconscientes.
―El informante nos traicionó― murmuró― no podía perder a mi esposo, ¿o si?
―¿Están muertos? ― preguntó Ioan. Patria se quedó en silencio contestando su pregunta. Ioan sonrió y besó sus labios ― vamos, tenemos poco tiempo.
Ambos volvieron a ponerse el pasa montañas y caminaron hacia la habitación que Patria le había indicado. Al abrir la puerta lo vieron ahí, amarrado de las manos y los pies, sentado sobre una silla, completamente inconsciente.
―Malditos, de verdad son unos malditos― murmuró Patria mientras sacaba de la bolsa, que siempre cargaba sobre la cintura por debajo de su abrigo, las píldoras murenses modificadas con las hierbas ― abre su boca le ordenó a Ioan.
Él lo hizo de inmediato y cuando lo logró, Patria introdujo una píldora hasta su garganta y luego hizo un movimiento de manos sobre su cuello para ayudarle a tragar.
―¿Cuánto tarda en hacer efecto? ― preguntó Ioan.
En eso se escuchó como reaccionaba y tomaba un gran suspiro en señal de que estaba despierto― inmediato― le dijo Patria con una sonrisa sobre sus labios.
―¡Quiénes son!, ¡Quienes son ustedes! ― habló el hombre en voz alta un poco desesperado.
Ioan se quitó el pasamontañas al igual que Patria haciéndolo reaccionar―¿Cuántas veces puedes renacer Sequoia? ― preguntó ella, haciéndolo sonreír.
―¡Entonces los rumores eran ciertos!― les habló.
―Depende de qué rumores― respondió Ioan con una sonrisa.
En eso la puerta se abrió y Serpiente entró ― Salmos― hizo la seña.
―Luego nos dices cuánto nos amas, es hora de irnos― Murmuró Ioan.
Ioan se puso el pasamontañas de nuevo y abrió la ventana de la habitación para, con una agilidad admirable, salir por ella y desaparecer de inmediato.
Patria y Serpiente ayudaron a Sequoia a levantarse y lo llevaron hacia ella para sacarlo de ahí ― siempre es un gusto verlo señor― le murmuró Serpiente.
―Sin sentimentalismos Serpiente, no te ablandes― respondió el Contrabandista.
Ioan bajó del techo de la casa con una cuerda entre sus manos y la amarró a la cintura de Sequoia.
―Patria, al techo― le habló en señas― Serpiente, peso.
Patria de inmediato salió de la habitación y se lazó a la cuerda que tenía a Sequoia para subir hacia el techo sin embargo, Serpiente se regresó a la habitación.
―¡Qué haces! ― preguntó Ioan en señas.
―Le falta éste― respondió y acercándose a la mesa que había en la habitación tomó una de las figuras.
―Venga, vamos― le pidió el General.
Serpiente se subió al borde de la ventana y se colgó de la cuerda que Ioan traía en la cintura. Ioan silbó y tanto él como Serpiente dejaron caer todo su peso hacia abajo para subir a Sequoia hacia el techo donde Patria y los otros dos soldados la recibieron.
¡Qué nadie se mueva!
Escucharon la bocina a lo lejos con la voz de Salmos quien había llegado a la habitación con el resto de los soldados. Serpiente vio hacia arriba y al percatarse de que Sequoia se encontraba a salvo voltearon a ver sus posibilidades.
―Estamos rodeados― Murmuró Ioan.
―Ese informante va a morir, lo mataré con mis propias manos ― respondió Serpiente mientras seguía colgados de la cuerda que había amarrado en uno de los barandales del techo.
―Tenemos de dos, por arriba o por abajo― Murmuró Ioan.
―Arriba podríamos en riesgo a los demás, abajo…
¡Aquí están señor!
Escucharon el grito de un hombre que acababa de soltarse por la ventana.
―¡Dispara!― ordeno Salmos.
―Abajo― dijo Ioan y sacado su cuchillo cortó la cuerda de la cintura haciendo que ambos cayeran sobre el montón de hojas apiladas que había en el jardín de atrás.
―¡Mierda!― gritó Serpiente al sentir cómo se le dislocaba el hombro.
―Recuerda el entrenamiento― habló Ioan y le puso el cuchillo entre los dientes y sus manos a altura de su hombro ― uno ― pronunció y en un movimiento se lo acomodó; serpiente lo mordió con fuerza.
―¿Ya no hay tres? ― preguntó Serpiente.
Sin responder a eso, ambos se levantaron y comenzaron a correr lejos de las balas que ya estaban cayendo sobre ellos.
―¡Qué no escapen! ― se escuchó la voz de Salmos alertando a los soldados que se encontraban en la parte de abajo.
―Mierda― dijo Serpiente de nuevo mientras corrían a la par por el abandonado CRYR.
Ioan y Serpiente se metieron al edificio de enfrente para esconderse de las balas en una de las celdas ― tenemos que separarnos― le dijo en señas.
―Tu arriba, yo abajo― respondió Serpiente moviendo rápido las manos.
Ioan asintió con la cabeza y lo miró a los ojos ― lo sé― murmuró Serpiente.
¡Están dentro de las celdas de resguardo!
Ambos se pusieron de pie y corrieron a la entrada donde Ioan se salió por la ventana y como todo un experto escalador subió por las paredes tomándose del tubo del agua hasta llegar al techo, Serpiente salió por abajo corriendo por el campo.
―¡Uno está arriba!, ¡disparen!― se dio la orden y de pronto las balas comenzaron a caer.
Ioan corría sin mirar atrás y veía de reojo a su compañero que acababa de tomar el camino principal del CRYR para de ahí salir hacia el bosque.
―¡No dejen que se escape! ― gritó otro soldado que había logrado subir al techo para perseguirle―¡Detente! ― y una bala se disparó.
Ioan la esquivó lo mejor que pudo mientras veía a su lado donde podía saltar para quitárselo de encima.
―¡No dejen que llegue al bosque!― se escuchó y de nuevo otro disparo.
―¡Deténte! ― Gritó el soldado.
Ioan siguió corriendo de frente y de pronto se percató que el techo estaba a punto de terminar y luego venía la nada. El salto hacia el suelo sería bastante alto así que era imposible que él pudiera caer sin lastimarse. Entonces se metió la mano en el abrigo y tomó la píldora que todos los soldados de la Resistencia tenían en caso de ser atrapados para tomársela y morir sin ser atrapados.
―¡Alto!― gritó el soldado que venía detrás de él.
Así Ioan siguió corriendo hasta que llegó a la orilla de techo y se detuvo al ver que el salto era más profundo de lo que pensaba.
―¡Voltéate! ― exclamó el soldado―¡con las manos en alto!
Ioan levantó las manos y se volteo lentamente hasta quedar de frente ante el soldado que con las manos temblorosas tomaba el arma.
―¡No te muevas!― se acercó a él―¡no te muevas!
Ioan lo venía a los ojos mientras el arma poco a poco se acercaba a su rostro.
―¡Quitate el pasamontañas!
―¿Seguro? ― Murmuró Ioan.
―No estoy para juegos, ¡quítalo!
Ioan bajó las manos y en un movimiento se quitó el pasamontañas dejando a la vista su rostro. El soldado abrió los ojos impactado por lo que veía e Ioan sonrío.
―¿No te gusta lo que ves?
―¡Lo tengo!, ¡lo ten…!― alertó el soldado e Ioan de inmediato le quitó el arma y lo tiró de una patada sobre el suelo.
El soldado quedó boca arriba y sin poderle quitar la vista de encima, medio rostro de Ioan se encontraba con una cicatriz, de esas que sólo el fuego puede hacer― ninguna medicina boreana puede quitar las cicatrices de la guerra, es mejor morir así, sin nada que deforme tu bonito rostro― murmuró el General y saco de su boca la píldora para luego meterla a la del soldado y forzar su mandíbula para cerrarla. Se escuchó un crujido fuerte y los ojos del soldado se abrieron más para luego tratar de luchar con las manos que poco a poco se le entumecían.
―Edevane― murmuró el soldado reconociéndolo.
―Te regalo la muerte silenciosa, disfrútala― Murmuró Ioan y momentos después vió como el soldado dejó de respirar.
―¡Allá está!― se escuchó un grito a lo lejos e Ioan se puso el pasamontañas para luego saltar hacia el vacío y desaparecer de ahí.
―¡Qué no se escape!― gritaron pero Ioan ya se había cogido de uno de los tubos del agua y bajado a salvo hacia el piso, para después correr al bosque y meterse en uno de los tantos túneles que utilizaban para escapar.
―¡Maldición!― escuchó por último el grito de Salmos y uno disparos al cielo antes de cerrar la puerta subterránea.
Sin embargo, a Ioan ya no le importó, ya se movía entre las sobras recorriendo el túnel donde momentos después se encontró a Serpiente esperándolo.
―Llegas tarde ― le dijo en señas.
―Llego en el momento preciso― respondió él para luego sonreírle.
Ambos comenzaron a caminar por el pacífico túnel que habían tardado un año y medio en cavar y sin decir una palabra salieron al bosque para dirigirse hasta las Rocosas, con la misión cumplida, donde el resto de La Resistencia les esperaba. Atravesaron el puente de madera y, cuando estuvieron del otro lado, lo recogieron para que nadie pudiese entrar a las cavernas que los resguardaban desde hace años.
―Dáselo, le va a gustar― le dijo Serpiente a Ioan mientras le daba la figura de madera en forma de elefante.
―Ve a descansar, mañana será un largo día de regaños y averiguaciones― respondió Ioan.
Serpiente tomó otro de los caminos de las Rocosas para salir al lugar indicado e Ioan siguió el suyo en silencio, girando a la derecha y a la izquierda como lo tenía aprendido. Minutos después llegó a la caverna que Patria y él habían escogido como su hogar, su casa, su protección y sonrió al verlo jugar sentado sobre una manta y su niñera al lado. Con cautela caminó hacia él y golpeó el suelo con su pie dos veces para que sintiera las vibraciones.
Marte en seguida subió el rostro y al ver a su padre le sonrió― ¡papá!― hizo la seña e Ioan fue hacia él.
―Avísela a Patria que llegué― le pidió Ioan a la niñera y ella salió de la caverna.
Las marcas en la piel de Ioan eran la consecuencia de la bomba que hace años había caído en las cavernas, justo en el momento del nacimiento de su hijo y que él había protegido con su vida. Ioan, los había salvado, estaban con él, pero no pudo evitar que el ruido dejara completamente sordo a su hijo recién nacido. Marte Edevane sólo había escuchado la voz de su padre y después el estruendo de la bomba cayendo cerca de ellos para no volver a escuchar jamás.
―Serpiente te lo manda― le dijo con señas y Marte tomó el elefante y sonrió.
Ioan abrazó a su hijo que ahora sólo sentía las vibraciones del suelo y el amor de sus padres por los abrazos y besos que le daban. Lo más importante de las misiones era regresar a verle e Ioan siempre haría todo lo posible para que eso sucediera. En eso, Ioan levantó la mirada y vio a Patria entrar a la caverna.
―Gracias por salvarme el trasero― le dijo Ioan haciendo a Patria sonreír.
Ella ya no respondió nada y caminando hacia ellos dos se unió al abrazo de su familia, esa que sobrevivía junta en estos tiempos tan difíciles con la esperanza de que pronto se terminara todo y pudieran ser aún más felices.
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Una respuesta
Ay Dios… siempre al borde del peligro, wow los admiro. Y que fuerte lo de esa bomba pero bueno salieron vivos q es lo mas importante. Gracias a Dios. Y cada dia desafian la suerte y la muerte. 🙏