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Alegra 

-Madrid- 

Después de un fin de semana largo con David en Ibiza, de nuevo me encuentro sola, en Madrid, con miles de cosas por hacer y con tres temas por estudiar para mis próximas evaluaciones de la universidad. Si todo sale bien, pronto empezaré a hacer mis prácticas en el hospital y así poner en práctica todo lo que estudio y aprendo cada día y que poco a poco comienza a rendir frutos en mi vida. 

Sin embargo, además de estudiar, tengo que ver los arreglos de mi boda que será en el verano. Por lo que, entre libros de anatomía y apuntes de Farmacología, también tengo la lista de invitados, los diseños de mi vestido y las fotografías de la decoración que debo revisar para darle mi opinión a David, así que mi mente ahora es un caos uno que trato de ordenar con horarios establecidos para poder enfocarme en todo y no morir en el intento. 

Así, después de la escuela, llego al piso, me cambio a una ropa más cómoda y en seguida reviso lo de la boda que no me quita tanto tiempo. Una vez más leo las notas sobre el boceto de mi vestido de novia, él cual me probaré a fin de mes, y una que otra cosa de la decoración. Me encuentro sumergida en las fotografías, cuando el teléfono suena distrayéndome. 

—¿Diga? — contesto. 

—Amor— escucho la voz de David y en seguida sonrío. 

—Cariño, ¿cómo te encuentras? —respondo. 

—Extrañándote mucho. Me cuesta mucho volver a mi rutina después de que te regresas a Madrid. No me gusta acostarme solo y saber que tu duermes sola allá— me confiesa en un tono de cariño. 

—Lo sé, yo también te extraño a morir, pero pronto nos veremos por un buen tiempo. Recuerda que tendremos también nuestra luna de miel y por unas semanas seré tuya, y solo tuya. 

—Lo sé, no sabes cuánta ilusión me hace eso — contesta. Se escucha un suspiro y luego una risa— sigo recordando lo que hicimos el fin de semana. 

Me sonrojo y dejo de ver las fotografías para sentarme sobre el sofá del estudio — yo también, quiero volver a repetirlo. 

—Hablas de dormir a mi lado, ¿cierto? — pregunta coqueto y yo me río. 

—Claro, ¿qué pensabas tú? — le sigo en juego. Ambos sabemos que estamos hablando de lo que pasó después de la cena que tuvimos con su socio y donde firmó con él. 

Me imagino la sonrisa de David al momento de verme a los ojos, sus hermosas manos acariciando mi piel de la forma de manera tierna y esos besos que me quitan por completo la respiración. Amo como me hace el amor, y por mí, pasaría todo el día en la cama, besando cada rincón de su piel y recorriendo todo su cuerpo. 

—No sé si hoy te lo dije antes de partir, Alegra, pero eres la mujer más bella que he visto en toda mi vida— recita. 

Me muerdo el labio conteniendo este deseo que tengo en mi — y tú el hombre más maravilloso que existe y el más guapo. 

—Y, ¿sexy? — dice en un murmuro. 

—Muy sexy. Amo verte desnudo a mi lado por las mañanas… 

David se ríe bajito, y quiero pensar que también le he hecho sonrojar— amor, detente, no estoy en la casa, si no en la oficina. 

Me río — ¡Ups!, lo siento. 

—No, está bien. Eso me ha dado energías para pasar la noche trabajando. Tengo tantas cosas que hacer que las horas del día no me alcanza, así que le robo unas a la noche.

—Estamos igual, tengo un examen de anatomía mañana y creo que no dormiré, así que te pido que si gustas distraerte un poco o me extrañas un poquito puedes llamarme que yo te contestaré. 

—¿A cualquier hora? — me pregunta con esa voz tan bonita que tiene. 

—Cualquier hora. 

David suspira — espera mi llamada Alegra Bustamante… Te amo. 

—Te amo— respondo, mientras sonrío como tonta. Momento después, escucho como termina la llamada y mi momento de felicidad se termina. 

Entonces dejo el teléfono sobre la mesa, termino de revisar las fotografías y cuando todo está listo las dejo a un lado para ahora sí, dedicarme a lo mío. Comienzo a acomodar los apuntes de anatomía sobre el escritorio, los lápices y el libro y cuando me dispongo ir a prepararme el primer café de la noche, el teléfono vuelve a sonar. 

—¿Tan rápido? — pregunto al aire y con una sonrisa. Lo tomo y con el mismo tono de la última llamada contesto —¿tan rápido David?, pero sí solo han pasado unos segundos. 

—No hermanita, ojalá fuera David Canarias, así estuviera cagando dinero en un yate. 

Al escuchar la voz de mi hermano Lorenzo, siento como los huesos el cuerpo se me hielan por completo y siento como el corazón comienza a latirme desesperado. De inmediato voy hacia la puerta del piso y me cercioro que esté cerrada. 

—¿Qué no me dirás nada? — vuelve a hablar. 

—¿Cómo supiste este número?, ¿Ahora porque me hablas tú y no Samuel? — inquiero, mientras reviso todas las ventanas del lugar. 

—¿Qué gracia tiene que seamos cuatro hermanos si solo llama uno? — contesta entre risas — además, no sabíamos si reconocerían a Samuel, así que fue mi turno. 

—¿Cómo supiste este número? — sigo insistiendo. 

—Una tal ¿Lina?, creo que se llama, nos lo dio cuando preguntamos por ti. Le dijimos que éramos parte del comité de la boda y en seguida soltó este teléfono… ¿así qué estás en Madrid?

«¡Por Dios Lina!, te dije que nada de información sobre mí en Madrid», pienso para mí misma. 

Regreso al estudio y en tono molesto le respondo— ¿qué es lo que deseas?, no tengo tiempo para esto. 

—Siempre he querido ir a Madrid, por desgracia no tenemos el dinero para ir, pero es bueno saber que ya tenemos donde quedarnos— sigue hablando sin responder mi pregunta. 

Respiro fuerte por la nariz, y siento como si bufara como un toro enojado— Lorenzo, dime de una vez por todas qué es lo que quieres para que me dejes de molestar. 

—Dinero, Alegra, queremos una fuerte cantidad de dinero. No sé si sepas pero, aquí tenemos muchas necesidades mientras tú te la pasas bomba allá, entre Madrid e Ibiza, viajando como si fueras señora de la alta sociedad. 

—No tengo dinero— hablo firme— ni una moneda. 

Mi hermano se ríe, claro que tienes dinero. Estás casada con David Canarias Donato, millonario desde su nacimiento y dueño de una empresa… No nos engañas. 

—Que esté casada con David no quiere decir que yo tenga dinero, ¿estamos? — hablo firme. 

Mi hermano lanza un risita que me hiela los huesos de cuerpo— Alegra, no trates de hacernos tontos. Todos vimos como venía vestido cuando te visitaba, el auto, el chofer y por la foto que vimos en el periódico, sabemos que ahora estás más que forrada de dinero que nada, así que tendrás que compartir. 

—¿Compartir?, ustedes no se merecen nada, ni hoy, ni ayer, ni nunca. 

—¡Cállate ya, Alegra!, O… — expresa en un tono de desesperación. 

—O, ¿qué?— pregunto. 

—Ya te dije, iremos a la prensa y le diremos a todos el tipo de mujer con la que David Canarias se está casando. Porque no eres una futura pediatra como ellos lo pusieron, eres una mujerzuela que trabajaba en bares cantando y que esta relacionada con ladrones, ¿o qué?, quieres que la prensa sepa que tu madre y tú solían robar para poder comprar comida. Imagínate, que David se entere que su esposa es una ladrona. 

—¡No soy una ladrona!, ¡nos moríamos de hambre y ….! — grito con fuerza al recordar todo lo que pasó. En ese momento la depresión había caído en España, no teníamos dinero y lo único que podíamos hacer para sobrevivir era robar carteras en el malecón. Cubro parte del teléfono con la mano y entre dientes digo — los errores de mi madre no son míos. Además, no era una mujerzuela, era una cantante que por muchos años mantuvo la casa, la familia, por mi comían cada uno de ustedes. 

—Y por ti seguiremos comiendo, hermana — rectifica Lorenzo. 

Doy un suspiro profundo, uno tan grande que siento como me duelen los pulmones. Anteriormente, cuando yo les daba dinero, me dejaban en paz, tal vez si les doy la cantidad adecuada lo hagan de una vez por todas. 

—Si les doy una fuerte cantidad de dinero, ¿me dejarán en paz? — les pregunto. 

—Lo haremos— me asegura. Y por el tono de su voz sé que está diciendo la verdad, porque lo he escuchado millones de veces. 

—Bien, el dinero estará en sus manos dentro de tres días, ¿Trato hecho? Pero Lorenzo, te advierto que si vueles a llamar tomaré cartas en el asunto y esta vez no te saldrás con la tuya, porque no seré yo quién te conteste. 

— Trato. Danos lo que deseamos y no te llamaremos, Alegra de Canarias— y mi nombre lo dice en un tono de burla que me molesta bastante. 

Termino la llamada y después aviento el teléfono sobre el sofá. Me llevo las manos sobre el vientre tratando de tranquilizarme y evitar que me dé alguna especie de ataque de pánico que no pueda controlar. Lo logré, pude sobrellevar la situación y tan solo debo enviarles el dinero que tanto me piden para deshacerme de ellos. 

Ya mas tranquila, camino hacia mi habitación y saco del armario el joyero de madera donde conservo las primeras joyas que David me regaló antes de que todo sucediera y tomo el precioso collar que usé en la cena donde conocía sus padres. Por un momento lo observo y dentro de mí siento un hueco en el estómago, solo de pensar que tendré que venderlo para darle el dinero a esos vividores me hace rabiar. 

—Con esto y más lo que tengo ahorrado de mi trabajo como mesera, sé que podré darle el dinero que solicitan y un poco más — hablo en voz alta. Así, tomo mi bolso de mano y meto el collar para luego cerrarla— todo estará bien Alegra, todo estará bien— me consuelo. 

«Espero que después de esto, ellos salgan de mi vida. No quiero volver a saber de ellos jamás». 

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